martes, 29 de julio de 2014

LAS EDADES DEL ROCK EN GRANADA


Hace meses que queríamos publicar en el blog la maravillosa carta que nuestro admirado y querido Miguel Ríos tuvo a bien escribir y publicar en Ideal unos pocos días después del concierto.

Fusionar nuestras dos páginas de facebook en una sola, ha sido la excusa perfecta para recuperar esa publicación que se había perdido en el muro del perfil de "En Granada es posible". Esperamos la disfrutéis tanto como nosotras.

Gracias de nuevo, Miguel





Las edades del rock en Granada

El sábado 15 de marzo, a las 9 y 9 de la noche subí al escenario del Palacio Municipal de Deportes de Granada, acompañado por mi admirado Carlos Tarque para cantar “Bienvenidos”, el tema con el que comenzaba el concierto colectivo de rock & pop llamado “En Granada es posible”.

Claro que para que dieciséis grupos y un servidor subiéramos esas escaleras que llevan a la gloria, dos chicas granadinas, Cristina y María José Martín Barcelona, Las del Cine, así se llama su productora, tuvieron que soñarlo antes. Y soñaron el sueño más difícil, ese que muchas veces se torna en pesadilla: unir a tres generaciones de músicos granadinos para grabar un documental que explicara la extraordinaria proliferación de bandas de rock en suelo nazarí. 
Dicen que en Granada y su provincia hay más grupos que músicos. Ese imposible se explica porque cada músico, en su afán de expandir su creatividad y de paso intentar malvivir de ella, milita en dos o tres formaciones a la vez. Ese espíritu efervescente, la chispa de la modernidad de una ciudad que vive del remoto pasado glorioso, es el que impulsó a Las del Cine a hacer realidad su sueño.

Después de muchas tentativas por su parte, quedamos en la SGAE para hacer la entrevista que sería la precuela que daría paso a la, para mí, descabellada idea de montar una reunión que recorriera todas la edades del rock en Granada. Las vi tan románticas, tan frágiles y, por qué no decirlo, tan naifs, que no tuve más remedio que alertarlas de los males del infierno Wert: el 21% del IVA. Más el 9’93% del derecho de autor y el alto porcentaje del ticketing... “niñas eso se pone en un pico antes de pagar equipos de luces y sonido, escenario, carga y descarga y a las bandas, ¡en fin! una ruina”. Y ellas como dos dulces apisonadoras, dos bellas hound dogs aferradas a la presa de su quimera. Contaban que habían mordido el anzuelo emponzoñado de The Last Waltz. Estaban perdidas, eran carne de cañón. Esas chicas eran la representación del entusiasmo. Ya las desilusionará la realidad, pensé. Pero volvieron tan sincronizadas como las hermanas Kessler y lo consiguieron. ¿Cuántas llamadas a puertas cerradas tuvieron que hacer para conseguir los respaldos, los patrocinadores? ¿Cuántas reticencias que vencer? ¿Cuánta prima donna (come Io) que convencer? ¿Cuántas deserciones que olvidar?


Dudaba de que pudieran conseguirlo. Mi relación con la escena musical local, al vivir lejos, no ha sido de mucho roce, pero sabía de rencillas provocadas por la testosterona rockera. Sí tuve buena relación con Los Ángeles, amigos y compañeros de aventura. Pero después se estableció una brecha generacional que yo tampoco intenté rellenar. Para algunos músicos emergentes me convertí en el “padre” a batir. No me importó porque ya conocía la dolencia y sabía que se curaba con la edad. 
A título de inventario, recuerdo que en el 93 invité a 091 a mi programa de Canal Sur, pero me parecieron tan arrogantes que no hubo química. Más tarde la desaceleración de mi carrera me dejó más tiempo para vivir en Granada y empecé a alternar, tímidamente, con alguno de los más afines. Mi admiración por el repertorio de Lapido, y su estatus de “padre”, propició nuestro acercamiento. Cuando el terrible terremoto que asoló parte del Perú, intenté montar un concierto con luminarias locales, que ya eran estrellas del indie nacional. La reunión devino en un anunciado fracaso ante la falta de sintonía con alguno de los presentes. La defensa de la Vega de Granada logró unir a unos cuantos músicos en un concierto solidario, y, antes, el Off Granada surge como un evento capital para que los músicos se mostraran como ciudadanos que luchan por sus derechos y no como tipos individualistas que solo van a lo suyo.


Pero nada que ver con la sensación de camaradería de un colectivo que tiene en común el amor a la música, como la que experimenté la noche del 15 de mayo. El anecdotario de desaires históricos en las relaciones de los grupos granadinos, corrían de boca en boca como si pertenecieran al pasado. Un conocido crítico musical tituló “Esto no es Graná”, haciéndose eco en su crónica del ambiente, cuando menos, fraternal que reinaba en el camerino. La fama cainita que tiene esta ciudad en general, y sus músicos en particular, quedó en entredicho en las largas horas que pasamos en el back stage.
¿Qué propició este mirífico cambio? ¿El tesón y la ingenuidad de Las del Cine? ¿El público que en gran número compró su entrada y estuvo cómplice y muy cariñoso con todos los participantes? ¿La calidad del equipo técnico que nos permitió disfrutar tocando? ¿El generoso cáterin de La ruta del Veleta? No sé, quizá la suma de todo. O la certeza de que estamos, como profesión, viviendo un tiempo tan hostil para la cultura, para la música, para la vida, que vernos de pie, satisfaciendo al público y  salvando nuestra dignidad como artistas y como seres humanos y estar juntos, nos fortalece.
Gracias a las hermanas Martín y suerte con su documental que será muy positivo para Granada y sus propagandistas culturales. Ojalá refleje la magia de la noche en que tres generaciones de rockeros granadinos bebieron y tocaron juntos.
Miguel Ríos.