Hace meses que queríamos publicar en el blog la maravillosa carta que nuestro admirado y querido Miguel Ríos tuvo a bien escribir y publicar en Ideal unos pocos días después del concierto.
Fusionar nuestras dos páginas de facebook en una sola, ha sido la excusa perfecta para recuperar esa publicación que se había perdido en el muro del perfil de "En Granada es posible". Esperamos la disfrutéis tanto como nosotras.
Gracias de nuevo, Miguel
Las edades del rock en
Granada
El sábado 15 de marzo,
a las 9 y 9 de la noche subí al escenario del Palacio Municipal de Deportes de
Granada, acompañado por mi admirado Carlos Tarque para cantar “Bienvenidos”, el
tema con el que comenzaba el concierto colectivo de rock & pop llamado “En
Granada es posible”.
Claro que para que dieciséis
grupos y un servidor subiéramos esas escaleras que llevan a la gloria, dos
chicas granadinas, Cristina y María José Martín Barcelona, Las del Cine, así se
llama su productora, tuvieron que soñarlo antes. Y soñaron el sueño más difícil,
ese que muchas veces se torna en pesadilla: unir a tres generaciones de músicos
granadinos para grabar un documental que explicara la extraordinaria
proliferación de bandas de rock en suelo nazarí.
Dicen que en Granada y su
provincia hay más grupos que músicos. Ese imposible se explica porque cada
músico, en su afán de expandir su creatividad y de paso intentar malvivir de
ella, milita en dos o tres formaciones a la vez. Ese espíritu efervescente, la
chispa de la modernidad de una ciudad que vive del remoto pasado glorioso, es
el que impulsó a Las del Cine a hacer realidad su sueño.
Después de muchas
tentativas por su parte, quedamos en la SGAE para hacer la entrevista que sería
la precuela que daría paso a la, para
mí, descabellada idea de montar una reunión que recorriera todas la edades del
rock en Granada. Las vi tan románticas, tan frágiles y, por qué no decirlo, tan
naifs, que no tuve más remedio que alertarlas de los males del infierno Wert:
el 21% del IVA. Más el 9’93% del derecho de autor y el alto porcentaje del ticketing... “niñas eso se pone en un
pico antes de pagar equipos de luces y sonido, escenario, carga y descarga y a
las bandas, ¡en fin! una ruina”. Y ellas como dos dulces apisonadoras, dos
bellas hound dogs aferradas a la
presa de su quimera. Contaban que habían mordido el anzuelo emponzoñado de The
Last Waltz. Estaban perdidas, eran carne de cañón. Esas chicas eran la
representación del entusiasmo. Ya las desilusionará la realidad, pensé. Pero
volvieron tan sincronizadas como las hermanas Kessler y lo consiguieron. ¿Cuántas
llamadas a puertas cerradas tuvieron que hacer para conseguir los respaldos,
los patrocinadores? ¿Cuántas reticencias que vencer? ¿Cuánta prima donna (come Io) que convencer? ¿Cuántas
deserciones que olvidar?
Dudaba de que pudieran
conseguirlo. Mi relación con la escena musical local, al vivir lejos, no ha sido
de mucho roce, pero sabía de rencillas provocadas por la testosterona rockera.
Sí tuve buena relación con Los Ángeles, amigos y compañeros de aventura. Pero
después se estableció una brecha generacional que yo tampoco intenté rellenar.
Para algunos músicos emergentes me convertí en el “padre” a batir. No me importó
porque ya conocía la dolencia y sabía que se curaba con la edad.
A título de
inventario, recuerdo que en el 93 invité a 091 a mi programa de Canal Sur, pero
me parecieron tan arrogantes que no hubo química. Más tarde la desaceleración
de mi carrera me dejó más tiempo para vivir en Granada y empecé a alternar,
tímidamente, con alguno de los más afines. Mi admiración por el repertorio de Lapido,
y su estatus de “padre”, propició nuestro acercamiento. Cuando el terrible
terremoto que asoló parte del Perú, intenté montar un concierto con luminarias
locales, que ya eran estrellas del indie
nacional. La reunión devino en un anunciado fracaso ante la falta de sintonía
con alguno de los presentes. La defensa de la Vega de Granada logró unir a unos
cuantos músicos en un concierto solidario, y, antes, el Off Granada surge como
un evento capital para que los músicos se mostraran como ciudadanos que luchan
por sus derechos y no como tipos individualistas que solo van a lo suyo.
Pero nada que ver con
la sensación de camaradería de un colectivo que tiene en común el amor a la
música, como la que experimenté la noche del 15 de mayo. El anecdotario de
desaires históricos en las relaciones de los grupos granadinos, corrían de boca
en boca como si pertenecieran al pasado. Un conocido crítico musical tituló
“Esto no es Graná”, haciéndose eco en su crónica del ambiente, cuando menos,
fraternal que reinaba en el camerino. La fama cainita que tiene esta ciudad en
general, y sus músicos en particular, quedó en entredicho en las largas horas
que pasamos en el back stage.
¿Qué propició este mirífico cambio? ¿El tesón y la
ingenuidad de Las del Cine? ¿El público que en gran número compró su entrada y
estuvo cómplice y muy cariñoso con todos los participantes? ¿La calidad del
equipo técnico que nos permitió disfrutar tocando? ¿El generoso cáterin de La
ruta del Veleta? No sé, quizá la suma de todo. O la certeza de que estamos,
como profesión, viviendo un tiempo tan hostil para la cultura, para la música,
para la vida, que vernos de pie, satisfaciendo al público y salvando nuestra
dignidad como artistas y como seres humanos y estar juntos, nos fortalece.
Gracias
a las hermanas Martín y suerte con su documental que será muy positivo para
Granada y sus propagandistas culturales. Ojalá refleje la magia de la noche en
que tres generaciones de rockeros granadinos bebieron y tocaron juntos.
Miguel
Ríos.