Que William Monahan es un guionista excelente no es nigún secreto, prueba de ello son sus libretos: Infiltrados, Red de mentiras y El reino de los cielos, entre otros. Pero no contento con ésto (ni con su oscar por el primero), ha decidio aventurarse en ésto de la dirección. London Boulevard, una historia basada en la novela de Ken Bruen, ha sido su elección.
La película desprende ecos de clasicos como "El crepúsculo de los dioses"(Sunset Boulevard), "Atrapado por su pasado" y la propia "Infiltrados", pero se queda a medio camino en lo que a calidad ser refiere.
En principio, poco importa que el planteamiento nos sea familiar;Farrell es El-tipo-duro-de-vida-difícil-que-se-ha-visto-obligado-a-delinquir-pero-que-en-el-fondo-tiene-buen-corazón,-y-que-tras-salir-de-la-cárcel-intenta-rehacer-su-vida-mientras-las-malas-compañías-de-su-pasado-lo-persiguen.Son historias que suelen interesar al público, especialmente cuando aportan algo nuevo (o lo renuevan sutílmente). En éste caso, el delicuente en cuestión se topa con la oportunidad de trabajar para una famosa actriz que vive recluída en su mansión, acosada por los paparazzi, Knightley. La relación que se establece entre ambos será el aliciente que el chico necesita para escapar de su pasado.
Como decimos, hasta ahí todo bien, y más si se cuenta con un reparto de lujo; Colin Farrell, Keira Knightley, Ray Winston y David Tewlis entre otros.
Bien,si no fuera porque a la historia le falta aclararse en cuanto al planteamiento, ahondar en los personajes y aclarar sus motivaciones. Todo excepto el personaje de Colin Farrell (a veces)parece estar en el aire, sin definir del todo, y con saltos inesperados. La historia de amor, aun sabiendo que no puede ocupar el tema principal, queda diluida entre los tejemanejes mafiosos, las amenazas y los ajustes de cuentas. De hecho es muy probable que Keira Knightley rodara sus escenas en una o dos sesiones, dada la escasez de su personaje.
Por otro lado, Monahan resulta excesivamente generoso con otros secundarios, desde el "amigo" del prota, bien interpretado por Ben Chaplin, a la hermana de Farrell, Anna Friel. Y no decimos que no nos gusten sus aparciones, si no que bien podrían haberse mengüado para dejar más espacio a la Knightley o a Twelis, cuyo personaje queda también desaprovechado e incluso inconcluso (es difícil saber por qué se implica como lo hace) por muy simpático que nos caiga.
Por si fuera poco, Monahan parece no haber dado otra indicación a Winston que la de que haga de Jack Nicholson en Infiltrados, y repetimos, no es que no nos guste el trabajo de Winston, es que la labor del director revela una gran falta de originalidad, y mucho copieteo (no hay más que ver el montaje inicial ¿a qué nos recuerda?).
Ni alguna sorpresa al final (esperada pero inesperada), ni un par de planos con clase (un plano cogido bajo la alcantarilla sobre la que reposa un cadáver) ni el espléndido elenco, especialmente un soberbio Colin Farrell, pueden evitar la sensación de vaguedad, lo que es un lástima, porque como hemos dicho al principio, ésto prometía.
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